Carta del P. Cereda a los Tirocinantes

2501_01.jpgCon ocasión del año centenario de la muerte del Beato P. Miguel Rua, el Consejero Mundial para la Formación, P. Francesco Cereda, ha escrito una carta a los jóvenes salesianos tirocinantes que recuerda la identidad y la finalidad de esta fase de la formación salesiana pensada y deseada por el primer sucesor de Don Bosco.

{quickdown:542}El período del Tirocinio, situado entre el postnoviciado y los estudios de teología para los candidatos al sacerdocio, es un tiempo en que los jóvenes salesianos se forman a la “verdadera vida práctica salesiana”. El P. Cereda recuerda como ya desde el principio de esta opción se ha pedido “a los Directores de las comunidades de hacer de padres y cuidar de manera especial de sus tirocinantes”.

La recuperación cualitativa de esta experiencia formativa y el estímulo a los tirocinantes a vivirlo “de manera entusiasta y exigente”, son las finalidades principales de la carta. El P. Cereda continúa presentándo a los tirocinantes los orígenes históricos de la práctica del tirocinio y las motivaciones pedagógicas y formativas que impulsaron al P. Rua a pensarlo como fase autónoma de la formación de los salesianos. “Antes de tal decisión capitular, la asistencia y la práctica del sistema preventivo fueron desarrolladas junto a los estudios de teología, quedándose en las casas. Eso satisfizo la exigencia de ser fieles a la visión original de Don Bosco que quiso que sus salesianos se formaran entre los jóvenes”. La carta continúa presentando el Tirocinio como un instrumento para verificar la propia vocación, ser testigos del carisma salesiano, crecer en el entusiasmo misionero y también para aprender a enfrentar las dificultades que naturalmente pueden nacer.

Las dificultades, como la relación con los hermanos y los jóvenes, la estructuración de la vida religiosa personal, pueden encontrar su solución en el acompañamiento que el tirocinante puede encontrar en la comunidad y en la Inspectoría.

El P. Cereda recuerda a los tirocinantes que su experiencia formativa conduce a la plena maduración en la dimensión del amor: amor hacia Dios, hacia Don Bosco y a los jóvenes y, hacia la comunidad.
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Fuente: InfoANS