Este domingo 8 de febrero al mediodía el Papa Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los fieles reunidos en
El Papa comentó el Evangelio que narra la curación de la suegra de Simón y de una multitud de personas afligidas por diversos males. “La experiencia de la curación de los enfermos -dijo- ocupó buena parte de la misión pública de Cristo y nos invita una vez más a reflexionar sobre el sentido y el valor de la enfermedad en todas las situaciones en que se pueda encontrar el ser humano”.
Benedicto XVI, recordando que el miércoles 11, festividad de
“Cuando nos vemos sometidos a la prueba del mal y nuestras oraciones parecen vanas, brota en nosotros la duda y nos preguntamos angustiados: ¿Cuál es la voluntad de Dios? A este interrogante encontramos una respuesta en el Evangelio. (…) Jesús no da lugar a dudas: Dios, de quien El mismo nos reveló el rostro, es el Dios de la vida, que nos libra de todo mal. Los signos de la potencia de su amor son las curaciones que lleva a cabo: demuestra así que el Reino de Dios está cerca, restituyendo a los hombres y a las mujeres la integridad plena de cuerpo y espíritu”.
“Afirmo que estas curaciones -subrayó el Papa- son signos: nos llevan hacia el mensaje de Cristo, nos llevan hacia Dios y nos hacen comprender que la verdadera y más profunda enfermedad del ser humano es la ausencia de Dios, de la fuente de verdad y de amor”.
“Gracias a la acción del Espíritu Santo, la obra de Jesús se prolonga en la misión de
“Recemos -concluyó el Santo Padre- por todos los enfermos, sobre todo por los más graves, que no pueden valerse por sí mismos y dependen completamente de la atención de los demás:¡Que cada uno de ellos sienta, gracias a los cuidados de quienes están a su lado, la potencia del amor de Dios y la riqueza de su gracia que nos salva!”.