Es este el mensaje expresado el pasado 7 de febrero en Nueva York por el arzobispo Celestino Migliore, nuncio apostólico y observador permanente ante Naciones Unidas, al intervenir en la 46 sesión de
La Santa Sede
La propuesta del observador permanente es la de crear «un ambiente y estructuras que permitan a la gente ser parte activa en el proceso de toma de decisiones».Si la globalización ha abierto las puertas a la prosperidad económica para mucha gente, denunció, «sus inconvenientes siguen afectando de modo desproporcionado a los miembros débiles de nuestra sociedad».
Por esto, «la respuesta de los gobiernos a estos desafíos debe guiarse por el principio moral por el que una buena sociedad se mide por lo que hacen quienes tienen responsabilidad ante las necesidades de los miembros más débiles, sobre todo de los más necesitados».
Una sociedad válida es «aquella en la que todos se benefician del bien común y ninguno es dejado fuera de las preocupaciones generales» y «las políticas económicas que ayudan a los trabajadores de baja renta a vivir dignamente deberían ser una prioridad de toda sociedad que quiera merecer el adjetivo ‘buena’». Para la buena marcha del aparato social, añadió el arzobispo, es prioritaria la promoción del pleno empleo y del trabajo digno para todos.
La delegación vaticana, explicó, subraya en especial dos aspectos de la cuestión laboral: el hecho de que «la falta de pleno empleo y de trabajo digno, y la pobreza y la disgregación social consiguientes ofenden la dignidad humana» y que «se puede ganar la confianza de la gente sólo si se la escucha y se tienen en cuenta concretamente sus necesidades».
«Los cada vez más rápidos ciclos periódicos de crecimiento y de creación de trabajo por un lado y de recesión y pérdida del trabajo por otro, perturban las relaciones y los mecanismos financieros y comerciales», observó. «El mundo se pregunta conteniendo la respiración a dónde nos llevarán las actuales desventuras financieras, provocadas por la crisis en el sector del patrimonio real en algunas de las economías más desarrolladas».
En un contexto económico de este tipo,
Para ser eficaz, la asistencia en cuestión exige que las medidas tomadas por las economías más fuertes no lleguen a exacerbar la situación de las que están en vías de desarrollo. Dado que este riesgo parece efectivo en la economía sumamente interdependiente de hoy, la comunidad internacional debe vigilar para prevenir tales eventualidades».
La delegación vaticana subrayó por último que la persistencia de la pobreza, el desempleo y la disgregación social es una consecuencia de la desconfianza y de la ausencia de relaciones justas entre las diversas componentes de los mecanismos económicos y sociales.
«La falta de confianza recíproca entre las partes significa también falta de confianza en el futuro que, a su vez, significa la ausencia de seguridad laboral». Las personas, y sobre todo los jóvenes en busca del primer empleo, «descubren significado y confianza en el futuro cuando encuentran un trabajo de larga duración con la oportunidad de una merecida promoción».
Por esto, observó el arzobispo, es más urgente que nunca responder a las necesidades «de quienes buscan un empleo decente y oportunidades para salir de la pobreza y evitar la marginación, la explotación y la disgregación social». «Cuantos buscan mejorar la propia vida nos piden actuar –concluyó el prelado–. Mi delegación espera que nuestras palabras aquí se conviertan pronto en acciones».
Fuente: Zenit.org