Ejemplo de discernimiento, un puente, profeta valiente

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Un sentimiento de profunda gratitud a Dios animó el acto conmemorativo que la Universidad Pontificia Salesiana de Roma – a través de su Facultad de Derecho Canónico- realizó junto con la Embajada de Chile ante la Santa Sede en homenaje del Cardenal Silva este miércoles 27 de junio, jornada en la que no sólo se hizo memoria del paso de este hombre por la historia de Chile, sino que se subrayó, de distintas maneras, cómo su legado ilumina hoy el camino y los desafíos actuales de la Iglesia y de la sociedad.

Como ya se había informado a través de salesianos.cl, participaron en este acto los cardenales Tarcisio Bertone, Secretario de Estado de la Santa Sede y Oscar Rodríguez Maradiaga, Arzobispo de Tegucigalpa. También concurrieron los arzobispos Ricardo Ezzati, Bernardino Piñera y Giuseppe Bertello, Nuncio Apostólico en Italia, el Rector Mayor P. Pascual Chávez, junto a varios miembros del Consejo General, el Inspector de los salesianos en Chile, P. Natale Vitali y el periodista Ascanio Cavallo.

En el saludo inicial el Rector de la Universidad, P. Mario Toso, describió al Cardenal Silva como “un profeta y un testigo creativo de la civilización del amor” con múltiples proyecciones a nivel eclesial, cultural, social, regional e internacional. Un hombre con una fe templada en las pruebas y sufrimientos, vivida a fondo en sus implicancias sociales. La fe que le llevó a anunciar con radicalidad que “cada hombre es mi hermano”.

Luego el P. Pascual recordó al Cardenal Raúl como “un ejemplo de discernimiento para tomar decisiones de acuerdo al Evangelio, para interpretar las urgencias pastorales en una situación concreta, para mantener la unidad de la comunidad cristiana y la esperanza en la fecundidad de la verdad y del bien”.

El Cardenal Rodríguez Maradiaga lo describió como un “puente”, un “pontífice”, es decir, aquel que une siempre dos orillas, el que se niega a ver la humanidad como la marcha irreconciliable de dos mundos. El Cardenal Silva y pensaba, luchaba y sufría porque la convivencia fuera posible.

El P. Natale reflexionó sobre los grandes valores que el Cardenal aprendió de don Bosco: “la fe en Dios, el amor a los pobres y a los jóvenes y el amor a la patria”. Concluyó que el motor propulsor de su vida residía en la fe y en el amor profundo hacia el Señor. Esa fuerza explica el origen e inspiración del coraje para ser la voz de los que no tienen voz y también de la humildad para soportar las criticas a su caridad pastoral.

Ascanio Cavallo subrayó la conciencia del Cardenal acerca de su responsabilidad en la construcción del país, como un verdadero padre de los hombres y las mujeres que lo habitan. Con ese sentido de pertenencia profunda -señaló Cavallo- pudo escribir acerca de “El alma de Chile”. Y por ello en los duros momentos de desolación no pudo guardar silencio. “Para él, que había descrito ‘El alma de Chile’, que se sentía padre de todos los chilenos (y no sólo de los vencedores del momento), esa alternativa simplemente no existía. Si la principal voz moral del país no se alzaba para exigir que la razón primara sobre la violencia, ¿con qué autoridad invocaría a su pueblo después? (…) me parece que hoy es claro que, gracias a que lo hizo, el cardenal Silva Henríquez le dio testimonio a la nación entera, y no sólo a los católicos, acerca de los valores de su fe religiosa. Mostró, con sus acciones, que esa fe es la parte más importante de la reserva moral de la sociedad chilena. Y haberla empleado para defender a muchos no creyentes, agnósticos, incluso ateos, era una muestra de su inmensa fortaleza”.

Mons. Ezzati señaló que el Cardenal Silva “salesiano, celoso y clarividente pastor de la Arquidiócesis de Santiago de Chile, profeta valiente en tiempos particularmente desafiantes de la historia de Chile, pasó por nuestra tierra como una bendición del Señor”. “Como Don Bosco, el Cardenal Silva fue profundamente hombre de Dios. Don Raúl fue sobre todo sacerdote y pastor, siempre y en todas partes. Un pastor apasionado por su rebaño; el rebaño que él amó y defendió con la entereza y fortaleza propias de los profetas y de los mártires. Fue sacerdote y pastor cuando compartía con los pequeños y los pobres de las poblaciones periféricas de Santiago y también cuando se encontraba con los poderosos y con quienes regían la suerte de la nación; sacerdote y pastor cuando confesaba a los niños de la Aldea SOS de Punta de Tralca, o en el Colegio Seminario, como cuando, en la Basílica de San Pedro de Roma, participaba a las solemnes sesiones del Concilio Ecuménico Vaticano II o en las Conferencias de Medellín y Puebla; buen pastor, cuando era aclamado por sus fieles como, ‘Raúl, amigo, el pueblo está contigo’, como cuando lo acusaban de obispo rojo o comunista”.

Agregó Monseñor Ezzati: “Quiera Dios que su figura no sea solamente un hito para comprender parte de la historia de Chile del siglo XX, sino un estímulo para construir el siglo XXI, con los mismos valores evangélicos y con las mismas actitudes cristianas que han inspirado y comprometido al querido Cardenal Raúl. Los profetas son un regalo de Dios para un pueblo: señalan los caminos que conducen a la vida y a la felicidad”.

Hacia el final de la mañana llegó el Cardenal Tarcisio Bertone, quien compartió algunas experiencias vividas junto al Cardenal Silva. El homenaje culminó con la proyección de un video con una entrevista al Cardenal Silva durante el tiempo del Concilio Vaticano II.