Premios Nacionales de Educación recordaron al Cardenal Silva

El viernes 11 de mayo se llevó a cabo el encuentro “El Legado del Cardenal Raúl Silva Henríquez en los testimonios de los Premios Nacionales de Educación”, organizado por el Área de Educación de la UCSH, en conjunto con la Fundación Cardenal Raúl Silva Henríquez y la Sociedad Chilena de Historia de la Educación.

En la oportunidad, los Premios Nacionales Hugo Montes (1995) y Gabriel Castillo (1997), reflexionaron respecto al rol asumido por el Cardenal en la educación chilena, en conjunto con los académicos de la UCSH Freddy Timmermann y Juan pablo Conejeros. El encuentro consideraba también la presencia de Ernesto Livacic, Premio Nacional 1993, quien se excusó de asistir debido a problemas de salud.

Las palabras de bienvenida estuvieron a cargo de José Albucco, Director del Departamento de Humanidades y Educación Media de la UCSH. El académico destacó que los Premios Nacionales, al igual que el Cardenal Silva, demuestran un gran compromiso con su vocación y con su proyecto de vida, contribuyendo así a la construcción de nuestra cultura nacional.

“Quisiera rescatar hoy el valor que tienen como modelo para los futuros universitarios, porque han amado el saber, pero por sobre todo han amado el bien que ese saber puede hacer a los demás y el aporte que ellos significa para la construcción de una sociedad más justa y humana, como en alguna oportunidad lo expresara el Cardenal Raúl Silva Henríquez”, resaltó el académico.

El primer Premio Nacional en intervenir fue Gabriel Castillo, quien obtuvo el galardón en 1997 y que de forma sencilla, pero con mucho significado, leyó una breve reflexión sobre la importancia de la educación y la figura del Cardenal Silva en ese ámbito.

Al hablar de la calidad de la educación- dijo-“inevitablemente la mirada se dirigirá la evaluación de los maestros, esos seres humanos que cualquier sea su lugar y su oficio en la organización del grupo social- sin que ellos así lo pretendan-, surgen ante nosotros como modelos del crecimiento humano, como exponentes claros de una educación de alta calidad(…) hay tiempos en que la gente pasa ante estos grandes seres humanos sin reparar en su estatura, pero hay otros tiempos en que las personas sufren de tal manera y se ven obligados a pasar por túneles tan largos y oscuros, que sin esperar más se dirigen a los maestros para encontrar con ellos una salida que les permita encontrarse con el aire y la luz de nuevo”.

Dicho esto, Castillo recordó la figura del Cardenal Silva como aquel maestro al que recurrió el pueblo de Chile en momentos de aflicción: “hubo un momento en que la razón de vivir se oscureció, la dulce patria vio caer sobre ella la violencia, la muerte, el miedo, la sinrazón y la gente buscó una luz, buscó a un hombre que fuese testigo de los viejos sueños, de la alta dignidad de toda persona. La gente buscó un maestro. Cuando a él llegaron el maestro ya estaba en la tarea y con su ayuda la patria volvió a ser la casa de todos. Y un día el maestro murió y no lloraron sólo sus más cercanos amigos, el pueblo chileno entero gritó en las calles Raúl amigo el pueblo está contigo. Éste parece ser el gran legado del cardenal, hablar por los que no pueden hablar, cuidar la vida de quienes no tienen más expectativa que la muerte, levantar la esperanza en quienes ya nada esperan”.

Por su parte, Hugo Montes, Premio Nacional de Educación 1995, recordó en forma distendida y cercana su relación con el Cardenal, con quien llegó a cultivar una gran amistad. Destacó su gran capacidad llevar adelante sus proyectos y preocuparse de todos los detalles: “el cardenal Raúl tenía una capacidad de organizar y de síntesis muy grande, era muy efectivo para hacer cosas(…) estuvo preocupado siempre de todo”.