Recientes investigaciones realizadas en los documentos inéditos del Archivo Secreto Vaticano correspondientes al pontificado del Papa Pío XI revelan los grandes esfuerzos humanitarios y de mediación entre nacionalistas y republicanos por parte de la Iglesia para evitar matanzas de civiles durante la Guerra Civil española (1936-1939), afirmó el miércoles 13 de diciembre el destacado historiador y sacerdote Vicente Cárcel Ortí.
La Iglesia desempeñó en este periodo de la historia de España un gran “papel mediador” entre Francisco Franco y la II República y, particularmente, el Papa Pío XI una “extraordinaria labor humanitaria a favor de prisioneros y condenados a muerte”, quien además, “siempre intentó evitar la guerra”, destacó el sacerdote valenciano durante una conferencia en el Centro Español de Estudios Eclesiásticos de Roma.
De esta manera, el P. Cárcel Ortí ha adelantado los primeros datos de su investigación, iniciada tras la apertura a los investigadores el pasado mes de septiembre de los documentos inéditos del Archivo Secreto Vaticano correspondientes al pontificado del Papa Pío XI, informó la agencia AVAN.
La Santa Sede, señaló el historiador, “no pudo evitar la Guerra Civil española de 1936, porque aquello fue una auténtica revolución en la que se enfrentaron dos Españas que se odiaban a muerte, sin embargo, Pío XI intentó una mediación o armisticio, que no fue aceptado por Franco”.
Asimismo, Pío XI “intervino directamente ante las autoridades de la zona nacional, a través de telegramas y despachos, comunicados por su secretario de Estado, el Cardenal Eugenio Pacelli, después Papa Pío XII, para impedir los bombardeos aéreos sobre poblaciones civiles”, añadió.
En su exposición, el estudioso, explicó que con motivo de la Navidad de 1938, la Santa Sede trató de conseguir una tregua de 24 ó 48 horas, “que el Papa pediría a las dos partes en guerra, pero Franco le manifestó que ésta no era posible porque era inminente la ofensiva de Cataluña, que marcaría el final de la guerra”.
La Santa Sede “intervino siempre de forma autónoma, convencida de que su acción, inspirada en los supremos principios religiosos y morales, tendría mayor eficacia y no sería considerada como una ingerencia política en los asuntos de España”, indicó Cárcel, precisando que el Santo Padre recomendó “moderación y no aceptó las presiones de Francia e Inglaterra, que perseguían intereses políticos concretos”.
Según el sacerdote, el Archivo Secreto Vaticano conserva listas de prisioneros y condenados a muerte por Franco, así como numerosa correspondencia familiar “de quienes solicitaban la intervención del representante pontificio, Monseñor Antoniutti, pidiendo clemencia, aunque se le escuchó pocas veces por parte de ambos bandos”. El prelado se ocupó, además, del regreso de los miles de niños vascos expatriados al principio de la guerra y los devolvió a sus familias.
“Las razones que aducían los nacionales para justificar las ejecuciones eran que el Gobierno republicano fusilaba indiscriminadamente a los prisioneros políticos, sin proceso alguno”, según Cárcel.
Por otra parte, el propio ejecutivo republicano intentó en 1937 reanudar las relaciones con el Vaticano, interrumpidas desde noviembre de 1936, pero la Santa Sede argumentó que no podía en modo alguno recibir a un representante del mismo, a causa de la grave situación que se había creado con la tremenda persecución religiosa desencadenada: fueron asesinados doce obispos y miles de sacerdotes y religiosos, e incendiadas y destruidas la mayoría de las iglesias y además de estar totalmente prohibido el culto religioso público y privado.