La mañana de este lunes 11 de noviembre, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, tuvo lugar la conferencia de presentación de los trabajos que sacaron a la luz el sarcófago de San Pablo, en la basílica romana de San Pablo Extramuros. Participaron en el acto el cardenal Andrea Cordero Lanza de Montezémolo, arcipreste de la basílica; el arqueólogo Giorgio Filippi y Pier Carlo Visconti, delegado para la administración de la basílica.
En su intervención, el cardenal Cordero Lanza de Montezémolo habló de la nueva denominación de las cuatro basílicas de Roma, que se llamarán “papales” y no patriarcales, y del programa de reordenación del complejo de San Pablo Extramuros, del que forma parte el proyecto de establecer un recorrido peatonal para los peregrinos y visitantes que permita, entre otras cosas, la creación de una zona para el museo que comprenda el claustro. El purpurado explicó también las obras alrededor de la tumba de San Pablo y se refirió a la colocación de una lámina transparente en el suelo que permitirá ver los restos del ábside constantiniana de la basílica.
Por su parte, Giorgio Filippi afirmó que “si bien en la tradición histórica era un dato incontrovertible el que la basílica de San Pablo surgió sobre la tumba del apóstol, la identificación del sepulcro originario es una cuestión que sigue abierta”. “La crónica del monasterio habla de un gran sarcófago marmóreo descubierto durante los trabajos de reconstrucción de la basílica tras el incendio de 1823, en la zona de la confesión, bajo las dos lápidas con la inscripción PAULO APOSTOLO MART (YRI), del que sin embargo no queda huella en la documentación de excavación, a diferencia de los otros sarcófagos descubiertos en aquella ocasión”.
“La investigación arqueológica en la zona considerada tradicionalmente el lugar de sepultura del apóstol, comenzada en 2002 y acabada el 22 de septiembre de 2006, sacó a la luz un importante contexto estratificado, formado por el ábside de la basílica constantiniana, englobada en el transepto del edificio de los Tres Emperadores: en el suelo de este último, bajo el altar papal, se ha redescubierto aquel gran sarcófago del que se habían perdido las huellas y que se consideraba desde la época teodosiana la Tumba de San Pablo”.
Fue confirmado el hallazgo del sarcófago de San Pablo en Roma
El apóstol de las gentes, San Pablo, murió decapitado en Roma bajo el emperador Nerón y fue enterrado en las afueras de la ciudad junto a la Vía Ostiense.
Pablo de Tarso, autor de la mitad de los textos del Nuevo Testamento, llegó como prisionero a Roma en dos ocasiones. La primera estadía, de un par de años, terminó con su puesta en libertad. La segunda, con la ejecución. Sobre su tumba se alzaron sucesivas basílicas que fueron sepultando cada vez más el sarcófago original. Excavando un pequeño túnel, el arqueólogo Giorgio Filippi consiguió encontrarlo, y el Vaticano confirmó hoy el hallazgo.
Por un túnel de un metro
“Lo que hemos descubierto —dijo Filippi— es un sarcófago o un contenedor de reliquias, que se corresponde con el del Apóstol Pablo el año 390 en la basílica de Teodosio, construida sobre la edificada por Constantino el año 320”. Desde aquella fecha, las sucesivas destrucciones y reconstrucciones de la grandiosa basílica de San Pablo Extramuros —de 131 metros de longitud, mayor que la de San Pedro durante un milenio— ocultaron el sarcófago original hasta que, a raíz del Gran Jubileo del año 2000, Juan Pablo II autorizó emprender sondeos arqueológicos.
Excavando un túnel de un metro de alto y medio metro de ancho, Giorgio Filippi logró llegar hasta el sarcófago romano situado al nivel de la basílica de Teodosio y descubrir una pequeña perforación de unos diez centímetros de profundidad, tapada con argamasa, que coincide con otro agujero circular en una gruesa lápida de mármol con la inscripción “PAULO APOSTOLOMART” (“A Pablo, apóstol y mártir”). Faltan las tres últimas letras de la palabra “MARTYRI” debido a la rotura de la losa, trasladada a su actual posición en el siglo IV.
Es una epigrafía sencilla, similar a las de las catacumbas, e indigna de quedar en la basílica de Constantino si no hubiera tenido valor como parte del primitivo “trofeo” mencionado por el presbítero Gayo, junto con el del Apóstol Pedro, en un escrito de finales del siglo II o principios del III: “Yo puedo mostrarte los trofeos de los apóstoles. Si te acercas al Vaticano o a la Vía de Ostia, encontrarás los trofeos de quienes fundaron esta Iglesia”.
En la placa de mármol —que está formada por cuatro piezas irregulares y mide 2,12 metros por 1,27—, hay una perforación redonda y otras dos cuadradas. El agujero redondo servía para hacer llegar un pequeño incensario, una vez al año, en el día de la fiesta, hasta el sarcófago del Apóstol. Las dos aberturas cuadradas permitían pasar sobre el sarcófago piezas de tela (“blandea”) y otros objetos que se convertían en “reliquias por contacto”, conservadas con gran veneración. La “envoltura” de protección impedía ver el sarcófago pero permitía tocarlo con objetos que no representasen peligro para las reliquias. Por idéntico motivo de respeto, Giorgio Filippi no intentó abrir el sarcófago pues su misión era tan sólo localizarlo, y para extraerlo habría que desmontar el altar.
Pablo de Tarso fue decapitado en torno al año 67 en un lugar llamado “ad Aquas Salvias”, fuera de las puertas de Roma, donde se alza desde el siglo IV la abadía de “Tre Fontane”, de las tres fuentes. Una mujer llamada Lucina enterró el cuerpo en su propia finca, el “predium Lucinae”, contigua a la vía que llevaba a Ostia Tiberina, la ciudad portuaria en la desembocadura del Tíber.
Sobre el lugar de la sepultura se alzaría más adelante el “trofeo de Gayo”, un monumento relativamente modesto, hasta que el emperador Constantino empezó a construir, el año 320, una basílica similar a la que se alzaría en la colina del Vaticano sobre la tumba de Pedro.
El tamaño del templo resultaba limitado por la proximidad de la tumba a la Vía Ostiense y, en el año 386, el emperador Valentiniano ordenó construir uno nuevo “rotando” 180 grados la nave central —que ahora se orientaría hacia poniente— sobre una “bisagra” constituida por la tumba del Apóstol. Teodosio amplió el proyecto, convirtiéndolo en un templo de cinco naves —divididas por cuatro filas de 20 columnas con capiteles romanos— y un claustro a modo de atrio. Sus dimensiones superaban a la basílica constantiniana de San Pedro hasta que ésta, a su vez, fue renovada a partir del 1506, respetando la tumba del Pescador, sobre la que se alzan verticalmente el altar, el baldaquino de Bernini y la cúpula de Miguel Ángel.
La basílica de San Pablo no tuvo una vida fácil. Hacia la mitad del siglo V, el papa León Magno elevó el pavimento, dejando más “enterrado” el sepulcro del Apóstol. En el año 739, la basílica fue saqueada por los longobardos y en el año 847 por los sarracenos, mientras que en 1348 fue destruida por un terremoto y en 1823 por un incendio. Con cada nuevo pavimento, el sarcófago de Pablo quedaba más enterrado y olvidado. Hasta que Giorgio Filippi lo volvió a identificar.+ (Juan Vicente Boo, corresponsal de ABC en Roma).