El 20 de noviembre se clausuró en el Salesianum de Roma el congreso “Europa Tierra de Misión: los desafíos de la evangelización en Europa hoy, a la luz de la Exhortación Apostólica “Ecclesia in Europa”.
Al congreso, organizado por el Departamento para la Pastoral Juvenil y las Misiones de la Congregación Salesiana, asistieron 130 participantes de las diversas inspectorías salesianas de Europa, entre los que se encuentran delegados para la Animación Misionera, para la Pastoral Juvenil y salesianos dedicados al campo de la evangelización.
El encuentro, según los organizadores tenía como objetivo “sensibilizar a los participantes sobre la urgencia de la evangelización compartiendo experiencias en este campo, y ayudarles a reconocer los desafíos de la evangelización en Europa hoy en un contexto que está cambiando”.
El congreso comenzó con la intervención del Rector Mayor de la Congregación Salesiana, Padre Pascual Chávez.
En su intervención, el Padre Chávez, subrayando la alarma religiosa que brota del continente, indicó que en la nueva evangelización de Europa está la respuesta adecuada a la pretensión de querer cancelar a Dios de la vida de los ciudadanos, de considerar a la Iglesia como un obstáculo a la integración cultural y a la paz social, como antagonista del desarrollo científico y técnico y del bienestar económico.
Exhortó a los salesianos presentes a reavivar con “valentía nuestro buen oficio de devolver su alma a Europa. Como Congregación Salesiana, somos bien conscientes de que quienes más sufren el actual extravío son los jóvenes. Los más expuestos a las consecuencias negativas del modelo cultural imperante son ellos. Pero estamos también convencidos de que quienes mejor podrán invertir esta tendencia son también ellos”.
El padre Chávez señaló algunos elementos de la identidad cristiana que tienen una gran relevancia social y política tanto como para definir una cultura alternativa, levadura y semilla dentro de la cultura imperante. Estos elementos son: una evangelización explícita; la comunión fraterna como alternativa al individualismo; la identificación progresiva con Cristo a través de la participación en la Eucaristía; una traducción de la fe trinitaria en la vida ordinaria, y una convocatoria de nuevos cristianos, fruto del testimonio alegre de la propia fe.