Lo que necesitan los niños para crecer sanos es más tiempo para distraerse realizando juegos tradicionales. Esa es la conclusión de un informe de la Academia Estadounidense de Pediatría que fue presentado el 9 de octubre en la reunión anual de la institución en Atlanta.
Las sugerencias del documento, realizado por dos comisiones de la academia, intentan tranquilizar a los padres agobiados por el futuro de sus hijos, a los que atiborran de actividades creyendo que éstos lograrán la excelencia escolar. El esfuerzo comienza, por lo general, en las primeras etapas de la infancia.
El juego libre y espontáneo -perseguir mariposas, entretenerse con “juguetes verdaderos” como bloques y muñecas o descansar en el piso con mamá y papá- suele sacrificarse ante el ajetreo cotidiano, advirtió la academia en el informe.
Numerosos estudios han demostrado que el juego improvisado tiene muchos beneficios. Puede ayudar a los niños a ser creativos, descubrir sus propios intereses, desarrollar destrezas para la solución de problemas, comunicarse con los demás y ajustarse a los quehaceres escolares, explicaron los médicos.
“Quizás, por sobre todo, el juego es un goce sencillo que se convierte en un recuerdo atesorado de la infancia”, indicó el informe. La ausencia del juego espontáneo puede provocar estrés en niños y padres por igual. Si el problema surge porque los niños pequeños son obligados a tener clases de reforzamiento escolar y los mayores pierden tiempo en la escuela, puede elevar el riesgo de obesidad. Incluso puede contribuir a la depresión en muchos niños, según el documento.
Las presiones sociales y el énfasis comercial en crear “súper niños” contribuyen a la ausencia de tiempo de juego en muchas familias. “En la situación actual, en la que tantos padres se sienten presionados para ser súper padres, creo que este mensaje es importante”, dijo Kenneth Ginsburg, principal autor del informe y pediatra del Hospital Infantil de Filadelfia.