Su profundo pesar por la muerte del P. Elías Martínez de Marañón Ocáriz expresó el Padre Obispo de Punta Arenas, Mons. Bernardo Bastres, en el saludo de condolencias enviado al P. Hugo Strahsburger, Superior de los Salesianos de Chile en estos momentos.
Destacó que el P. Elías “era el sacerdote entusiasta, que nos hacía vibrar con alegría de su pasión por la vida y la Misión Salesiana. Se caracterizaba por su generosidad y entrega sin límites”, señala el Padre Obispo.
Todos recuerdan sus intervenciones en las fiestas y veladas salesianas, donde, con su magnífica voz y acento navarro, entonaba las tradicionales canciones “Chile, Chile, donde aprendí a querer…” o aquella infaltable y número fijo por tantos años: “Eran las monjas las madres, del niño aquel que sin madres quedó…”, historia del malogrado torero español criado por religiosas en su convento y que muere en el ruedo, lidiando toros.
El P. Marañón vivió con alegría y optimismo. Algunos destacan que nunca se le oyó hablar mal de alguien o de su comunidad, sino que, muy por el contrario, sabía siempre sacar algo positivo y bueno de todo, prefiriendo decir una palabra buena del hermano o de la situación que se vivía.
El Padre Elías nació el 20 de julio de 1915 en Piedramillera, en Navara, España. Hijo de Benito y Dionisia. Ingresó a estudiar al Colegio Salesiano de Astudillo desde donde llega para hacer su noviciado misionero en Italia, lejos de su patria y familia, experimentando ya, lo que llegaría a ser en tierras sudamericanas por largos y fructíferos 74 años.
Llegó a Chile el 1º de octubre de 1932, como neo profeso, después de meses de navegación. Estudió la Filosofía e hizo su Tirocinio (práctica educativo-pastoral), en la casa salesiana de Macul. La teología la realizó en el Estudiantado Teológico de La Cisterna, donde tuvo como compañeros en diferentes años de promoción al P. Juan Noero, P. Vidal Pérez, P. José Tardivo, entre otros, que le sobreviven. Varios de ellos fueron hermanos de la misma comunidad Felipe Rinaldi, en Macul.
Entre 1945 y 1948 prestó servicios en la Inspectoría Perú – Boliviana como catequista en el Seminario de La Paz y como consejero en el Colegio Salesiano del Cuzco. Entre 1949 y 1952 fue consejero de los aspirantes en Barcelona, en el Tibidabo, aportando su experiencia salesiana misionera. Volviendo a Chile, en 1953, retomó el servicio de consejero en el Liceo Manuel Arriarán Barros de La Cisterna en Santiago. Fue párroco de la Parroquia de Linares entre 1955 y 1962. Luego, prestó el servicio como Director de la obra de La Serena, entre 1963 y 1968. Entre 1969 y 1978 fueron las tierras talquinas las que conocieron su bondad, alegría y trabajo abnegado, además de ser siempre un hombre de Dios en todo lo que hacía. Por años fue el confesor del Noviciado de Macul y de otras casas, hasta que sus fuerzas se lo permitieron, tratando de vivir con sencillez, disponibilidad a los superiores y a los proyectos comunitarios, con la mirada fija en la Celebración Eucarística y en la devoción mariana, en el rezo de la liturgia de las horas, en el rezo del rosario y dispuesto a escuchar confesiones de varios hermanos salesianos que acudían a él para recibir la paz de Dios.
Muchos salesianos coinciden en sentir que ha partido un hermano “santo” y que se ha transformado en un seguro intercesor ante Dios por la Inspectoría Salesiana de Chile, a la que tanto quiso y en la que se realizó plenamente como sacerdote salesiano misionero. A partir de la tarde del martes 16, sus restos serán velados en la capilla interna de La Gratitud Nacional y la Misa Funeral se realizará el miércoles 17 a las 15,00 en el Templo de La Gratitud Nacional, en la Alameda.