Santiago, 26 abril 2005. Esta mañana los obispos de Chile dieron a conocer una declaración pública tras la Asamblea Plenaria Nº89 que realizaron durante la semana pasada en Punta de Tralca.
La declaración aborda diversos tópicos, como el tiempo pascual, la figura de Juan Pablo II, la elección del nuevo Papa, el bicentenario, el año de la Eucaristía y la canonización del padre Alberto Hurtado.
Los Obispos dedicaron la mayor parte de su Asamblea a reflexionar sobre la Educación. En un primer momento, examinaron las tendencias actuales de la Educación en el mundo, ayudados por los expertos Sres. Pedro Morandé y José Joaquín Brünner. En relación a los avances y desafíos de la Educación en Chile, los obispos escucharon y plantearon sus inquietudes al Ministro del ramo, Sr. Sergio Bitar. También analizaron los fines y principios inspiradores de la educación católica, y dialogaron en torno al aporte específico de la Iglesia a la educación en el momento actual. Al escuchar a representantes de universidades y otros centros católicos de formación, los obispos conocieron los nuevos programas de Religión y profundizaron sobre la formación de docentes en ese ámbito. Posteriormente, formularon pistas y criterios para el trabajo de los especialistas eclesiales en la búsqueda de propuestas respecto de la Educación en Chile y de la educación católica, en el marco de las Orientaciones Pastorales que guían a la Iglesia Católica en nuestro país.
El texto de la declaración es contradictorio cuando se refiere a la equidad en la educación… en una primera parte la afirma como un “signo vigoroso de vida”, mientras que más adelante la negará, señalándola entre las “escandalosas diferencias sociales” que sufre el país.
TEXTO DE LA DECLARACIÓN:
“HEMOS VISTO AL SEÑOR …” Al concluir la 89ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, dedicada principalmente a la educación, tenida en Punta de Tralca del 18 al 22 de abril, les dirigimos un fraterno y esperanzador saludo de paz y bendición.
1. Tiempo de Pascua
Estamos viviendo en tiempo pascual. En cada comunidad cristiana, como en la vida personal de fe, al igual que los Apóstoles y las mujeres del Evangelio, experimentamos el gozo de la presencia de Jesús resucitado. Él permanece con nosotros hasta el final de los tiempos. Esta es la fe que hemos renovado la noche de Pascua en nuestros templos y capillas, un acontecimiento de gracia y una bendición.
Junto a la de Jesús, hemos vivido también la pascua del Papa Juan Pablo II. Su paso al Padre nos asombró y emocionó. Fue el asombro y la conmoción que hemos visto reflejados en el rostro de una muchedumbre inmensa: jóvenes y adultos, fieles cristianos, creyentes en Dios y personas de buena voluntad; sencilla gente del pueblo, junto a los poderosos de la tierra. La vida y el magisterio del Papa Juan Pablo II ha sido un gran regalo para la Iglesia y para el mundo. En las palabras y gestos del Papa, hemos reconocido las Palabras y los gestos de Jesús. Le manifestamos nuestro agradecimiento más profundo por su fecundo pastoreo en la Iglesia y, de manera especial, por su visita y mensaje a Chile, encomendándolo al Padre de la misericordia. En estos días, los medios de comunicación social cuya acción reconocemos agradecidos, nos han hecho escuchar de nuevo su voz profética. Es un mensaje actual que en muchos aspectos sigue desafiando nuestra respuesta.
La elección del Sucesor de Pedro, Su Santidad Benedicto XVI, nos llena de esperanza, de gozo y de confianza. El ha sido constituido “roca” sobre la cual se edifica la unidad de la Iglesia y, al mismo tiempo, garante de la fe de los hermanos. Sus primeras palabras dan cuenta de su espíritu sencillo y humilde: “Si es enorme el peso de la responsabilidad que cae sobre mis hombros es ciertamente desmesurada la potencia divina, con la cual puedo contar: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Homilía Benedicto XVI, 20/04/2005).
2. Mientras conversaban, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos …
El tiempo de Pascua ha vuelto a proponer la experiencia de desazón, de búsqueda y de fe, vivida por los discípulos de Emaús. Es el camino de los discípulos de Jesús. Por el camino, dice el Evangelio de San Lucas, conversaban sobre todo lo que había pasado en esos días y, mientras conversaban, Jesús mismo se acercó y siguió con ellos. Desde entonces, Jesús, nos ofrece la hermosa posibilidad de conversar y de confrontar con Él los acontecimientos de nuestro caminar y las responsabilidades que nos cabe en ellos.
Constatamos, con esperanza, que en nuestra patria, en varios ámbitos siguen manifestándose signos vigorosos de vida (mayor acceso a la justicia, entendimientos que ayer parecían imposibles, crecimiento económico y desarrollo estructural, más equidad en la educación, etc.) Día a día la vida crece y quiere crecer aún más de cara al Bicentenario de la patria.
Hemos visto con esperanza cómo grupos de cristianos y de hombres de buena voluntad han acogido la invitación que hiciéramos en el documento de trabajo “En camino hacia el Bicentenario”. Desde diferentes experiencias se va madurando la conciencia que “construir la Patria es una tarea interesante, hermosa, desafiante, que a todos nos concierne”. (Ib, Nº 4)
Nos aprestamos a vivir un tiempo que puede ser particularmente rico y significativo para la democracia y la corresponsabilidad ciudadana, como es el período preelectoral. Como en otras oportunidades, junto con afirmar la libertad de conciencia que asiste a los católicos en orden a las opciones políticas, llamamos a ejercer, con responsabilidad cívica madura, el propio juicio crítico y evangélico frente a las diferentes propuestas de gobierno de los candidatos, las que deben ser encaminadas a promover el bien común, en las familias, la educación, los pueblos indígenas, etc. especialmente de los más desvalidos. En este sentido, nos parece sano para el país, que los candidatos presenten clara y oportunamente sus proyectos de gobierno, para que los ciudadanos puedan discernir convenientemente su voto.
Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile, recordando la voz profética de Juan Pablo II, manifestamos nuestra preocupación por los hermanos y hermanas que sufren la injusticia de un salario, jubilación o montepíos insuficientes, y los efectos de una pobreza persistente. En nuestro país las diferencias sociales, manifestadas en calidad de vivienda, acceso a bienes de consumo, salud, educación, salario, etc., alcanzan niveles escandalosos, mientras la equidad y la globalización de la solidaridad siguen siendo un desafío que aún espera respuestas urgentes. Invitamos a incentivar los programas encaminados a superar la pobreza y a implementar caminos de mayor equidad.
3. Quédate con nosotros, Señor
Nos encontramos en el corazón del Año de la Eucaristía y a pocos meses de la canonización del Beato Alberto Hurtado. Ambos acontecimientos constituyen una invitación a la esperanza.
En efecto, “el cristiano que participa en la Eucaristía aprende de ella a ser promotor de comunión, de paz y de solidaridad en todas las circunstancias de la vida” (“Quédate con nosotros, Señor”, 27) y la Eucaristía celebrada en la comunidad contiene impulsos “para un compromiso activo en la edificación de una sociedad más equitativa y fraterna” (Ib.298).
A su vez, la figura gigantesca del Padre Hurtado y el acontecimiento de su canonización se convierten en estímulo poderoso para hacer presente en nuestros días los ideales de santidad, de fraternidad y de justicia social que lo han inspirado a lo largo de toda su vida.
Es verdad, el Señor ha resucitado y está presente en su Iglesia y en el mundo. El gozo y la paz de su resurrección abra nuestro corazón a la esperanza que no defrauda (San Pablo a los Romanos. 5,5) María, Madre de la Iglesia, acompañe nuestro caminar.
Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile
Punta de Tralca, 22 de abril de 2005