“No querría hacer otra cosa que volver a dar a Dios al mundo”
Si tuviera que elegir una frase que recapitulara todo el Pontificado de Juan Pablo II, no encontraría otra mejor que la que arriba está escrita. Pienso que ésta ha sido la causa que más le ha preocupado y ocupado, por la cual ha llevado el Evangelio a todos los confines del mundo y ha hablado de ello en todos los foros adonde se le invitaba a dirigir su mensaje.
Mientras escribo este testimonio, Juan Pablo II se está apagando, como el cirio Pascual, que se consume mientras su luz resplandece, ilumina la mente y calienta el corazón. Tal vez son ya pocas horas las que le quedan para celebrar su Pascua, su paso “de este mundo al Padre”. Pero su testimonio permanece, porque ha sido un hombre, un creyente, un pastor, un Vicario de Cristo, que ha hablado con su palabra y con su vida.
Nos deja un testamento espiritual –su fuerte defensa en favor del Hombre, que no encuentra su pleno significado y no alcanza su verdadera meta si no es en Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre– y un testamento pastoral, en su magnífica “carta de navegación” de la Iglesia al alba del siglo XXI, que es la Novo Millennio Ineunte.
¿Pero cuál es el perfil que me hago de este Pontífice, que, con toda razón, ya ha sido llamado “Juan Pablo el Grande”?
Aún sabiendo que es muy difícil describir en pocas palabras una figura excepcional como la suya, sin embargo me arriesgo a ofrecer mi testimonio personal del Papa.
1. Juan Pablo II ha sido un hombre extraordinario, por su destacada sensibilidad por la persona humana, por su dignidad y por sus derechos. Basta pensar que se ha debatido por las principales causas del mundo, para reconocer que “nada que fuera verdaderamente humano le ha sido extraño”.
2. Juan Pablo II ha sido una figura carismática, capaz de convocar a millones de personas en torno a él por su autenticidad, su coraje, y su coherencia. Y no es de extranar que hasta en las últimas investigaciones sobre la credibilidad de los líderes mundiales él ha continuado siendo el más votado.
3. Juan Pablo II ha sido un cristiano convencido, desde su juventud, que supo construir su extraordinaria personalidad encontrando inspiración y energía en el Señor Jesús y en su Evangelio. Su vida, y también su “pasión”, son un reflejo fiel del Señor Jesús al cual consagró su vida, siguiendo sus huellas y modelando según Él toda su existencia.
4. Juan Pablo II ha sido un ciudadano del mundo, que se ha comprometido, sin oportunismos, en las grandes causas que afligen a la humanidad de tal forma que hasta en el último discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede lo ha sintetizado en cuatro palabras: vida, pan, paz y libertad. Bajo este perfil, a veces, ha podido ser visto y juzgado hasta como un gran estadista.
5. Juan Pablo II ha sido un Papa que ha dirigido a la Iglesia en esta fase de la historia, a finales del segundo milenio y comienzos del tercero, durante 26 años, caracterizados por la lucha contra el comunismo, contra toda la clase de violencia, de explotación e injusticia, contra el actual salvaje neoliberalismo, y también contra el terrorismo, con valentía, con audacia, con ‘parresia’ (franqueza), y con fidelidad.
6. Juan Pablo II ha sido un comunicador extraordinario, que se ha servido de los grandes medios de comunicación para llegar al mayor número de personas y hacer llegar a todas partes la “buena noticia”.
7. Juan Pablo II ha sido un Sucesor de Pedro, que han sabido conservar “el depósito de la fe”, en un tiempo de mucho relativismo y descarriamiento, sin ceder a presiones y compromisos.
8. Juan Pablo II ha sido un buen pastor, que ha caminado, como peregrino, hasta los confines del mundo, anunciando a Jesucristo con libertad y con alegría, encaminando siempre sus pasos por el camino de la pastoral y fijando su vida en la cruz.
Como Pablo, también él puede hacer suyas las palabras del apóstol: «He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez; y no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su Manifestación” (2Tim 4,7-8).
Los Salesianos y los miembros de la Familia Salesiana, que hemos tomado el compromiso de rejuvenecer el rostro de la Iglesia, que es la madre de nuestra fe, podemos decir que Juan Pablo II nos ha precedido y nos ha dejado un ejemplo a seguir. En efecto, él ha amado a la Iglesia como se la debe amar, gastando todas sus energías por ella. Él ha rejuvenecido a la Iglesia, porque ha creído en los jóvenes, les ha convocado en todas las partes del mundo, ha sabido hablarles de Jesús, y les ha indicado metas altas que alcanzar: les ha invitado a no ser mediocres, a no conformarse por ser consumidores o espectadores, sino a ser “los centinelas de la mañana”, y a ser “los santos del tercer milenio”.
Aprovecho la ocasión para hacer público mi reconocimiento en hombre personal, del Consejo General, de la Sociedad de San Francisco de Sales y toda la Familia Salesiana, por el gran aprecio y cariño con que siempre nos ha honrado.
¡La llamada que nos hizo al Capítulo General XXV de “Salesianos, sed santos”, continúa siendo un programa para todos nosotros!
Querido Papa Woytiła, gracias de todo corazón por todo lo que nos has dado: un ejemplo de hombre, de creyente, y de pastor; y por todo lo que has sido: un discípulo amante y fiel del Señor y un hijo servicial y generoso de la Iglesia.
Nos faltarás, pero sabemos que el Señor, a quien has seguido de cerca también en toda enfermedad, te abre hoy las puertas del Paraíso y desde allí continuarás intercediendo por todos nosotros.
Don Pascual Chávez V.
Rector Mayor
Roma, 3 de abril de 2005
Fuente: El Vicario del Rector Mayor