Logros y desafíos de la Catequesis a la luz del próximo Congreso Internacional

Santiago, 16 marzo 2005.
El profesor Javier Díaz Tejo trabaja en el Equipo de Evangelización y Catequesis de la Provincia Salesiana de Chile. Ha prestado un valioso servicio con diversas publicaciones que llegan a las obras salesianas y que acompañan la labor evangelizadora. Javier Díaz conducirá importantes momentos de reflexión del Congreso Internacional de Catequesis Familiar de Iniciación Eucarística, que se realizará en Santiago entre el 4 y 7 de abril próximo.

Javier tuvo la amabilidad de responder las preguntas de este portal y que manifiesta con la rigurosidad y profesionalidad característica. Hace unos meses publicó un diccionario básico de la Fe y su participación en este Congreso es, sin duda, un importante paso en su itinerario profesional.

Díaz reconoce la importancia de este Congreso, destacando la integración, tan anhelada, entre la Pontifica Universidad Católica de Chile y el Catecheticum. Asimismo, destacó la presencia del padre Alberich, a quien adjudica el mérito de ser uno de los académicos que ha dado a la catequesis el rango de “una disciplina sólidamente fundada, claramente delimitada, distinta a una teología de rango menor como algunos prejuiciosamente conciben”.

En la entrevista, Díaz reconoce el invaluable aporte de los salesianos en la Catequesis Nacional y al interior de la Obra Salesiana, pero a la vez, manifiesta con sinceridad, su preocupación por lo que llama “un desafío de grueso calibre”, en el que la Familia Salesiana ”a contrapelo de su tradición, hoy parece no priorizar la educación de la fe como parte de sus objetivos”.

LA ENTREVISTA:

¿Qué importancia tiene este Congreso?
Creo que dos son los aspectos más destacados de este Congreso. El primero es que se organice un congreso de nivel internacional para reflexionar y compartir experiencias acerca de esta catequesis. Es la primera experiencia que conozco a este nivel de importancia en la historia de la Catequesis Familiar, al menos en Chile. Más aún, sé de otros congresos realizados en otros países de Latinoamérica que se han calificado de “internacionales”, pero que, en realidad, han contado con la presencia de uno que otro invitado extranjero. Distinto es este caso, en el que la lista de participantes extranjeros es numerosa, incluso de otros continentes.

El otro aspecto que destacaría es que este Congreso representa, junto con la Universidad de Tübingen (Alemania), el trabajo conjunto entre la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile y el Instituto Superior de Pastoral Catequética de Chile, Catecheticum. Esto, que para muchas personas ajenas al mundo pastoral nacional les puede parecer un dato irrelevante, representa un gran signo del anhelado diálogo que se debería dar con mayor fluidez y recurrencia entre aquellas dos instituciones que están al servicio de la Iglesia en Chile, específicamente en el campo de la reflexión teológica, aquella en la perspectiva especulativa, ésta en la perspectiva pastoral. Ambas instituciones (y principalmente quienes están encargadas de su devenir) deben saber que el diálogo es necesario para que la Iglesia que peregrina en este rincón del planeta haga llegar con mayor solidez y pertinencia la Palabra de salvación a nuestros compatriotas.

¿Qué opciones en la reflexión teológica pastoral hay tras el dejar de lado la expresión “Catequesis de Primera Comunión”?
Una de las principales opciones tiene relación con la prioridad que se le quiere dar a los procesos, considerando que la catequesis se entiende como “educación de la fe”. En efecto, previa a la renovación copernicana que trajo el Vaticano II en el ámbito de la catequesis, ésta se apoyaba fuertemente de la socialización religiosa que otorgaban todas las instancias educativas, como la familia, el colegio y la misma sociedad tomada en su conjunto. Por ello, en vistas a la recepción de los sacramentos, especialmente los de iniciación cristiana (Bautismo, Eucaristía y Confirmación), bastaba una leve preparación a modo de “charlas informativas”. En el caso de la Eucaristía, se preparaba entonces a la primera comunión, en la creencia de que con ella se iniciaba un camino de participación eucarística que duraría de por vida.

Puesto que es evidente que los tiempos han cambiado y ya no existe un soporte social, preparar para una “primera comunión” es preparar para la última. Desde el Sínodo de 1977, la reflexión catequética ha comprendido la catequesis como la educación ordenada y progresiva de la fe; en consecuencia, ésta debe prolongarse por todo el arco de la vida de las personas, por lo que la celebración de los sacramentos necesita una preparación, sí, pero que se proyecte como acompañamiento permanente. De aquí, entonces, que se vea como necesario abandonar la expresión “preparación a la Primera Comunión” y se opte por referirse a la “iniciación eucarística”.

Pero la Catequesis Familiar no puede ser una “preparación a la Primera Comunión” velada, sólo bajo otro nombre. La Eucaristía se les debe presentar a los niños y niñas según sus preguntas y necesidades vitales que brotan de sus 10 a 12 años, pero la Iglesia también debe invitar a crecer en la dimensión eucarística que tiene la vida cristiana a jóvenes, adultos y ancianos, pues cada uno de ellos podrá descubrir en ella distintas dimensiones atingentes a sus respectivas preguntas vitales. Estas son algunas razones de ese nuevo y extraño nombre asociado a la Catequesis Familiar, “iniciación eucarística”, y por qué dejar de hablar de “primera comunión”.

¿Qué impresión existe en el ambiente de la catequesis acerca del trabajo de Alberich?
El P. Emilio Alberich, español, pero con una larga y fructífera labor desde Roma, ha sido para muchos catequistas y catequetas el gran referente de la renovación de la catequesis postconciliar. Ciertamente no es el único, pero su nombre ha alcanzado gran notoriedad gracias a sus manuales de catequética y sus innumerables artículos en revistas especializadas, todo lo cual ha servido de base para la formación de profesores de Religión y catequetas en diversas partes del mundo, como en Chile.

Desde la Universidad Pontificia Salesiana de Roma, dedicado a la docencia y la investigación, su perspectiva ha sido amplia y profunda, presentando la catequética con una gran solidez teórica. Creo que representa a aquellos que, con su trabajo sistemático, han logrado presentar la catequesis como una disciplina sólidamente fundada, claramente delimitada, distinta a una teología de rango menor como algunos prejuiciosamente conciben.

Por cierto, al leer sus obras hay que hacer las correspondientes adaptaciones, pues su lugar, por amplias que sean sus fuentes, esencialmente es europeo, por lo que algunas de sus afirmaciones deben matizarse. Un caso en esta línea es su propuesta en torno a la Educación Religiosa Escolar Católica.

Esto, sin embargo, no quita un ápice a sus logros, todo lo contrario: habla de una reflexión inculturada que se abre y se propone como discutible para otras realidades. Por la voz autorizada que tiene en su ámbito de experticia es que, jocosamente, indico al P. Alberich como “el Sinatra de la catequesis”.

Más allá de los objetivos formales, ¿qué se espera, o qué espera usted de este Congreso?
Como decía antes, espero que esta ocasión sirva para potenciar un servicio teológico y una noción de corresponsabilidad ante la Iglesia en Chile entre la Facultad de Teología de la PUC y el Catecheticum. Espero que este Congreso sirva, también, para que la Catequesis Familiar, luego de cuarenta años casi de existencia, sea objeto de análisis crítico, actualizado y, por ello, optimice su servicio. Será, también, una ocasión propicia para que catequetas de renombre internacional, teólogos, catequistas, educadores y pastores ejercitemos la “communio”, signo urgente para nuestros días.

¿En qué nivel se encuentra nuestro país en la reflexión, formación e implementación pastoral de la catequesis?
Puesto que desde hace diez años, casi, he tenido el regalo de ser invitado a formar parte de la Comisión Nacional de Catequesis de la Conferencia Episcopal, puedo dar una respuesta suficientemente precisa al respecto.

Hace poco mas de un año que nuestros pastores promulgaron las “Orientaciones para la Catequesis en Chile”, documento que sintetiza nuestra historia catequística postconciliar, revisa nuestro actual estado y propone líneas de acción. Considerando este documento y el contacto que tenemos con todas las diócesis del país, diría que la reflexión es aún escasa, pues, por muchas razones que no viene al caso profundizar, tendemos como agentes pastorales a hacer muchas y buenas cosas, pero a reflexionar poco. Esto, en gran medida, se debe a que la formación sigue siendo el gran desafío de la catequesis. Necesitamos educadores de la fe mejor formados, quizás menos, pero mejor formados, tanto en su integralidad como en su profundidad. Y aunque a primera vista pareciera una incongruencia lo que digo, confío en que si optáramos por menos catequistas pero mejor formados, al poco tiempo tendríamos muchos postulantes a ser catequistas. Y esto porque un catequista maduro y bien formado, tanto en su aspecto espiritual, doctrinal y metodológico, es una figura irresistible. Doy testimonio de que mi propia vocación se ha fortalecido al conocer y compartir con educadores de la fe que son reflejos (nada más, pero tampoco nada menos) del Maestro.

Finalmente, en el aspecto de la implementación, la catequesis nacional creo que se encuentra en una situación crucial: si bien son fuertes los desafíos que debe enfrentar, existen intuiciones que se quieren abrir paso y que, creo, lograrán cambios importantes que darán un nuevo rostro a nuestra Iglesia, al menos en su actividad pastoral. La preocupación primordial por la catequesis de adultos (con adultos, en perspectiva adulta, para construir una Iglesia adulta); el creciente apoyo a la catequesis con discapacitados; la sinergia de todas las fuerzas y recursos evangelizadores en lo que se ha llamado la “pastoral orgánica” y el creciente interés por formarse como catequista de base, coordinador de catequesis o, en su nivel superior, como catequeta, son signos de una aurora catequística en nuestro país de inicio de siglo.

¿Qué destacaría del aporte de la Familia Salesiana en el campo de la Catequesis nacional?
Como dijo Don Bosco, y así quedó consignada en las Constituciones de la Congregación, toda su obra evangelizadora-educativa comenzó con una catequesis (art. 34). Esta es una verdad fundacional de la cual el “Cuadro Fundamental de Referencia de la Pastoral Juvenil” de la Congregación Salesiana se hace eco, principalmente cuando indica que una de las dimensiones de toda pastoral salesiana es la evangelizadora-catequética.

Esta, por supuesto, es una sistematización actual, pero en Chile la presencia salesiana siempre ha estado asociada, como en el ámbito netamente educativo escolar, con una catequesis de calidad. Por supuesto, esto que es emblemático en el concierto de carismas eclesiales, si se mira más de cerca, tiene sus distintos niveles. En línea con tu pregunta, podría decir que la Iglesia en Chile ha encontrado en la Familia Salesiana el aporte de grandes personas e iniciativas. Por nombrar algunas de ellas, me viene a la mente el P. Mario Borello, formador de generaciones de salesianos y de miles de catequistas, apreciado por los obispos chilenos, y referente obligado al momento de pensar qué significa ser catequeta. Junto a él puedo señalar al P. José Carraro, actual Director de la Comisión Nacional de Catequesis, de la Comisión Arquidiocesana de Catequesis de Santiago y del Equipo de Evangelización y Catequesis de la Inspectoría (EDEC); gran parte de la efervescencia catequística que Chile vive en estos días se lo debemos a su motivadora acción. Agrego, además, a Monseñor Ricardo Ezzati, también experto en catequesis, quien si bien no está directamente implicado en la catequesis nacional, ha sido un gran aporte a la Conferencia Episcopal y a la Arquidiócesis de Santiago en tal sentido. Finalmente, el CEEC (Centro de Estudios y Experiencias Catequísticas) es un hito en la historia catequística de Chile, toda vez que desde su fundación a mediado de los ’70 y hasta inicios de lo ’90 fue grupo innovador en la catequesis y en la Educación Religiosa Escolar. El actual EDEC, su sucesor, aunque ha hecho un buen camino, necesita de más tiempo y experiencia para recién emularlo.

¿Hay una conciencia clara en el ámbito salesiano del valor de la catequesis, acompañada de opciones pastorales y de recursos para la reflexión y la formación catequística y catequética, o todavía hay desafíos?
Mi impresión es que en este aspecto se ha producido un silencioso debilitamiento en la Inspectoría, pero no podría señalar causas bien determinadas como para emitir un diagnóstico acabado. Pero en la búsqueda de síntomas, basta mirar las políticas fruto del Capítulo Inspectorial y contar cuántas de ellas se relacionan explícitamente con la evangelización y la catequesis “dimensión central de nuestra misión” como dicen las Constituciones.

Por otro lado, no existen salesianos jóvenes formándose como generación de recambio a los grandes líderes sdb de las últimas tres décadas; peor aún, no se percibe interés por formarse específicamente en el ámbito de la catequética.

También a nivel de la Familia Salesiana hay un gran desconocimiento de la existencia del Catecheticum y, más lamentable, de que también es salesiano (quizás más que las otras instituciones fundadoras); incluso para algunos les resulta indiferente que exista o no. Esto me parece lamentable, más aún cuando en este Instituto podrían formarse al nivel de expertos los encargados pastorales laicos y sdb que necesitan nuestros colegios en esta época de mayor conciencia del protagonismo y de la corresponsabilidad laical.

En resumen, la familia salesiana, a contrapelo de su tradición, hoy parece no priorizar la educación de la fe como parte de sus objetivos. Diría, por lo tanto, que es un desafío de grueso calibre.