Roma, 20 diciembre 2004.
Las virtudes heróicas del obispo salesiano, Luigi Maria Olivares fueron reconocidas esta mañana, cuando en presencia del Santo Padre, fue promulgado el respectivo decreto.
Hoy, en la sala Clementina del Palacio Apostólico, con la presencia del Santo Padre, la Congregación para la Causa de los Santos promulgó los decretos que reconocen los milagros de tres beatos y ocho venerables, el martirio de un sacerdote polaco, y las virtudes heróicas de 10 siervos de Dios, entre los que se encuentra el salesiano.
Luigi Olivares nació en Corbetta (Milán) el 18 de octubre de 1873, el cuarto de quince hijos (un hermano será misionero y una hermana, religiosa canosiana). Estudios y ordenación sacerdotal en Milán. Quiso en seguida hacerse salesiano pero su obispo, el cardenal Ferrari, lo mandó, siendo ya sacerdote joven de sólo 22 años, a Saronno como vicerrector del colegio arzobispal.
Sólo ocho años después entraría en los salesianos. Doctorado en Teología, enseñó teología moral y sociología en el estudiantado de Foglizzo (1906-1910). Fue, más tarde, párroco de la recién estrenada parroquia de Santa Maria Liberatrice, en el Testaccio, en Roma. Barrio de dudosa reputación, se transforma a ojos vista, gracias a la bondad de su nuevo párroco. Un día, abofeteado en plena calle por un violento, D. Luis le dice: “Gracias” y le presenta la otra mejilla. “Su confesionario – relata un testigo – se ve asediado de la mañana a la noche; en las grandes fiestas, el trabajo de confesor es para él como el hilo conductor de la jornada, a la cual acopla la celebración de la misa y la predicación, ésta última seis o siete veces al día”. En 1916 Benedicto XV lo nombra obispo de Sutri y Nepi. El mismo se redacta un reglamento en seis puntos: Amaré a mi diócesis como a una esposa. Expondré a Jesús los intereses de las almas en mis momentos de oración, y no tomaré jamás una decisión importante sin haberla antes consultado con El. Evitaré las comodidades y lo superfluo. Tendré mi horario y lo observaré fielmente. El moto de mi vida episcopal: “la caridad dispuesta a cualquier sacrificio”.
Así lo hizo durante 26 años, con auténtico espíritu salesiano: “Por la gracia de Dios soy cristiano, sacerdote, salesiano y obispo: tengo que ser santo”. Murió fuera de su diócesis el 19 de mayo de 1943, mientras predicaba una tanda de ejercicios espirituales a los alumnos del Liceo de Pordenone. Tenía setenta años. Reposa en la catedral de Nepi.