Valparaíso, 09 julio 2004
El padre Heriberto Cabrera, hace trece años que vive como misionero en Magadascar, África. Por estos días visita a su familia en Valparaíso. Antes de venir a Chile le dieron su nueva obediencia.
Cuando le preguntamos acerca del origen de su vocación misionera, reconoce “que es una cuestión de amor a Dios, que se manifiesta en el servicio que se hace a la gente”. No es sólo ver a otros misioneros, ver en la televisión a los más pobres, sino que se trata de una experiencia profunda de sentirse amado y llamado por Dios”, agregó.
El pueblo de Magadascar es gente con mucha necesidades “pero de una gran alegría que manifiestan muy bien por ejemplo, a través del baile”, señaló al describir a lugareños de la isla ubicada al sur este de África. El padre Heriberto vino a Chile a visitar a su familia que es de Valparaíso. Antes de viajar le comunicaron su nueva obediencia. Durante cinco años se desempeñó como director de la comunidad Nuestra Señora de Clairvaux en Antananarivo -en Ivato, la capital del país- que es un centro de acogida para jóvenes pobres y abandonados y un centro de formación profesional. “Una especie de aldea S.O.S., pero con talleres de formación”, precisó.
Ahora en cambio, fue destinado a la comunidad más al sur de la isla, Tulear, donde será el director de la comunidad y el rector del seminario de propedéutica para los seminaristas de las 8 diócesis del Sur de Magadascar.
Relató el padre Heriberto la gran presencia de misioneros laicos voluntarios, cuya presencia se ha convertido en algo habitual. Recordó la experiencia de dos jóvenes chilenos que estuvieron en Magadascar. “Eso sí para ir como voluntario es necesario espíritu de sacrificio y saber hablar el francés”.
El padre Heriberto se manifestó muy contento de estar unos días en el país, donde permanecerá hasta mediados de agosto.